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miércoles, 23 de octubre de 2013

El Secreto de Mercedes (11, Final)



Los últimos acontecimientos vividos habían dejado una gran huella en el interior de cada uno de nuestros protagonistas, y, aunque trataban de mostrarse alegres, especialmente frente a Federico, no podían más que sentirse sumamente preocupados interiormente por la suerte de Joaquín y de Mercedes, los cuales parecían haber desaparecido por completo de la faz terrenal. ¿Dónde se encontraban y como eran tratados por sus captores? ¿Por que infiernos estarían pasando? y si tal era el caso ¿lograrían resistir a aquellos tormentos y sobrevivir? y, sobre todo ¿regresaría la familia alguna vez a su ritmo normal de vida y recobraría la tranquilidad, la paz y la armonía que les fueron robados durante los últimos veinte años? 

Adivinando el origen de aquellos tortuosos pensamientos fue una vez más Julia quien, con una encantadora sonrisa se dirigió a aquel grupo: 

- Comprendo y comparto la preocupación que sienten, aunque ¿Para que se torturan con semejantes pensamientos? ¿acaso sirven para ayudar a nuestros dos amigos a sobrellevar estos complicados y difíciles momentos? Sinceramente no lo creo, además - observó con detenimiento cada una de aquellos rostros, y después de consultar su reloj -   con el estómago vacío es imposible de hilbanar las ideas de manera lógica y correcta, ¿me acompañan? un delicioso y nutritivo almuerzo espera a ser degustado - y por unos instantes aquellas preocupaciones dieron paso a ciertos momentos de tranquilidad y alegría, solo interrumpida por una llamada telefónica del destacamento policial, para recordar a nuestros amigos el encuentro pautado para unas horas más tarde.

A su llegada al destacamento policial fueron amablemente recibidos por el joven oficial Pietro Ferrara:

- Buenas tardes y bienvenidos - y después de los saludos de rigor: - nuestro comandante Aldo Ramberti los espera en su despacho. Por aquí por favor - los llevó por una inmensidad de largos y angostos pasillos. Finalmente se detuvo frente a una puerta, en ella se podía leer: Aldo Ramberti, Comandante de Policía. - Por favor tomen asiento, el comandante no tardará en llegar - e inclinando la cabeza en señal de saludo, el joven abandonó aquella habitación. 





Aquella habitación no se distinguía en nada de las demás: en el centro se encontraba una gran mesa de madera maciza, antigua y de color oscuro, con sillas a tono. Una antigua máquina de escribir de un lado y un moderno ordenador portátil por el otro, junto a algunos cuadernos y bolígrafos eran sus únicos acompañantes. Y aunque en el aire se notaba una cierta tensión, producto seguramente de los últimos acontecimientos vividos por aquella familia, nada hacía prever una nueva, sorprendente y decisiva vuelta de tuerca en esta historia tan particular.....

Mientras tanto, en la ciudad toscana de Pisa, en uno de los sótanos de las casas cercanas a la iglesia gótica de Santa María della Spina, los dramáticos eventos seguían sucediéndose aparentemente sin fin. Era allí, lo suficientemente lejos de sus seres queridos, que aquellos dos malhechores habían llevado a sus dos rehenes, tratando de quebrar, sin éxito hasta el momento, la voluntad y entereza tanto de Mercedes (en manos del Justiciero, Andrés Pérez), como de Joaquín (en manos de Luis Fuentes, su antiguo superior, quien se hacía llamar El Hombre de las Mil Caras). Separados únicamente por una gruesa pared, y aunque sus vidas parecían pender momentáneamente de un delgadísimo hilo, lograron mantener su tranquilidad y optimismo intactos, lo que desgradaba y enfurecía muchísimo a sus captores. Además contaban con la secreta y abnegada ayuda y colaboración de un niño....

 - Psss, señora Mercedes, ¿me escucha? - la voz de un niño llegaba lo suficientemente clara y fuerte hasta aquel inhóspito y oscuro sótano - soy Diablillo, (y aunque ya estaba llegando a la primera adolescencia, en su alma aun era un niño, ciertamente muy valiente. A ciencia cierta aquel sobrenombre se lo habían dado unos compañeros de escuela, después de su primera y peligrosa aventura)  - prosiguió después de haberse cerciorado de que no había moros en la costa - bajaré una cesta con algunos alimentos,algo de agua y una manta - esperó pacientemente hasta escuchar la débil voz femenina de la joven - gracias valiente amiguito si salimos con vida de aquí será por tu generoso corazón y tu desinteresada colaboración - murmuró la joven con voz apenas perceptible, mientras escondía aquellos simples pero deliciosos bocados y la manta bajo el montón de heno que se encontraba en una de las esquinas de aquel lugar - dime, ¿has podido llevar mi mensaje a la policía local? - preguntó. La respuesta no se hizo esperar:

- A primera hora de la mañana llegué al destacamento policial. Como me conocen desde siempre, me dejaron pasar sin hacer demasiadas preguntas y me escucharon con mucha atención - el niño hablaba con una tranquilidad asombrosa - Según parece, el caso está a punto de cerrarse. La policía de Florencia estuvo investigando - prosiguió en el mismo tono como si estuviera relatando una historia cualquiera, y sin darse cuenta de la importancia de sus próximas palabras, agregó con la inocencia propia de los más pequeños - según parece, uno de los integrantes de la familia está en un enorme problema judicial - interrumpió súbitamente su relato - mejor será que me retire momentáneamente, veo algunos movimientos bastante sospechosos - murmuró - regresaré más tarde, cuando todo haya vuelto a la tranquilidad

Las últimas palabras de "Diablillo" llenaron su mente de miles de preguntas e intranquilizaron su alma ¿Que quiso decir? ¿A quién se podía referir? Suponiendo que aquella información fuera cierta, ¿como era posible que uno de sus primos fuera un traidor? Conocía bastante bien a cada uno de ellos, habían crecido y jugado juntos, se habían apoyado mutuamente en los momentos más duros, ¿y uno entre todos aquellos había jugado a dos puntas durante años? ¿uno de ellos había supuestamente sonreído y apoyado a la familia, mientras por el otro les clavaba un puñal en la espalda? Más que una pesadilla, se trataba de una auténtica película de terror





Mientras tanto, y a varias kilómetros de distancia, en la ciudad renacentista de Florencia, en el despacho del comandante Aldo Ramberti, otro drama estaba a punto de cambiar definitivamente la vida de toda la familia Santamaría. Después de los saludos de rigor, el comandante, con gesto grave que no hacía presagiar nada bueno, se dirigió a Federico: 


- Me gustaría conocer los exactos y precisos sucesos que derivaron en el posterior secuestro tanto de usted como de sus dos primos. Lo escucho....

- Aquel domingo parecía convertirse en un día cualquiera - comenzó - el otoño se mostraba de su mejor costado, y, con aquellas temperaturas cálidas habíamos acordado salir a recorrer la zona - Julia se sorprendió al escuchar aquel relato, pues sabía, de boca de los demás, que los sucesos se habían desarrollado de manera totalmente opuesta  - finalmente decidimos realizar aquel paseo de tarde, después de almorzar. Estábamos a punto de salir al gran patio cuando recibimos una llamada telefónica de Julia, referente al famoso Papiro de la Verdad - prosiguió - estábamos tan compenetrados con aquella conversación que no nos dimos cuenta de los ruidos detrás nuestro - dos pares de ojos lo observaban con atención - sinceramente no tuvimos tiempo de actuar, de defendernos. Nos ataron las manos, nos vendaron los ojos y nos subieron a dos coches....

- Muy interesante - el comandante repasó algunos papeles - aunque existen algunos puntos que me gustaría escalrecer ¿como es posible que usted haya sido liberado y sus primos aun estén secuestrados? ¿nos lo puede explicar?

Aquella inesperada pregunta sorprendió a ambos jóvenes, aunque fue Federico quien se mostró más molesto que Julia por ello. Sus aires de seguridad y superioridad comenzaron a resquebrajarse, y una nueva persona comenzó a aparecer: un joven temeroso e inseguro y en busca constante de respuestas evasivas. Finalmente, y después de un larguísimo silenció respondió - supongo que no les era de utilidad - fue interrumpido por la llegada de dos cabos: 

- Acaban de llegar los informes del caso que aun faltaban - le entregaron al comandante una gruesa carpeta negra y esperaron respetuosamente - muchas gracias a ambos, pueden retirarse - Aldo Ramberti se dirigió nuevamente a Federico, la dureza y sinceridad de sus palabras fue más que obvia: 

- ¿Está seguro que no les fue de utilidad? Según estos informes - su mirada adquirió una dureza inusitada - usted estuvo reunido varias veces tanto con el Justiciero como con el Hombre de las Mil Caras. Incluso se los vio juntos el mismo día del secuestro ¿Tiene algo que decir en su defensa?




Julia no daba crédito a sus oídos ¿Federico, un traidor? Imposible, ella lo conocía bien. Observó de reojo a su amigo, éste se había vuelto totalmente pálido, incluso le costaba responder. Finalmente, después de una eternidad contestó: 

- Jamás me reuní con ellos, ¡es una infamia y una barbaridad que se mienta de esa manera tratando de embarrar la cancha aun más! ¿Acaso no les basta con haber desunido a una familia entera? Exijo que se retracten inmediatamente..., - fue interrumpido bruscamente por el comandante: 

- ¡Callese Federico y deje de hacer una escena patética! ¿Usted realmente cree que la policía es tan tonta como para no chequear cada pista miles de veces hasta darla por verídica? Es un hecho: usted no solo jugó a dos puntas durante años, sino que, además arregló con los captores el día y horario de aquel secuestro. Y para que no se levantaran sospechas se hizo secuestrar con sus primos, aunque, obviamente, después de un tiempo lo largaron (más bien se hizo liberar), regresó a la casa con sus primos para no levantar sospechas, aunque ellos, muy atentos no le creyeron. Fue gracias a su amiga Julia que lo dejamos pasar a su casa, de ello puede estar seguro.

-  ¡Ni la investigación más exhaustiva no logrará encontrarlos jamás! ¡Y el Papiro de la Verdad quedará totalmente destruido, y la familia quedará deshecha eternamente! ¡Eso sucede cuando las grandes familias se burlan de los demás!....

- Para su información - la voz tajante del comandante interrumpió aquella catarata de barbaridades - sus primos acaban de ser liberados por la policía de Pisa, y sus cómplices ya fueron arrestados. En este momento están siendo trasladados al cuartel central de policía de Florencia - se dirigió a Julia - lamento que haya tenido que ser testigo de una escena semejante - suavizó su tono - según nuestros colegas de Pisa sus primos se encuentran bien. Para mayor seguridad un helicóptero los está trasladando a uno de los centros asistenciales de Florencia - y volviéndose a Federico - Federico Santamaría, queda arrestado por ser cómplice en el secuestro de sus primos Mercedes Santamaría  y Joaquín D'Amato - se dirigió a los dos jóvenes cabos - pueden llevarse al prisionero

Desde los últimos acontecimientos habían pasado algunos meses, tiempo suficiente para que cada uno de los integrantes de aquella castigada familia comenzara a recuperarse de las vivencias tan terribles. Lentamente y apoyados unos en otros cada uno volvió a encontrar su camino, su tranquilidad y su paz interior. Y conforme iban pasando los días, aquellos días tan oscuros comenzaron a dejar de tener tanta importancia, y la normalidad volvió a instalarse en la vida de cada uno. 

Y llegó el día en el que Joaquín debía volver a Buenos Aires. Ya en el aeropuerto, y a punto de embarcarse, se volvió emocionado hacia sus primos: 

- Gracias por todo. He disfrutado cada instante, aun el más duro e inhóspito - una tímida sonrisa iluminó su rostro - están todos invitados a Buenos Aires - los abrazó uno a uno , y al llegar a Mercedes - cuídate valiente primita - la besó en la frente y la volvió a abrazar - y gracias por todos tus consejos, me serán de mucha utilidad cuando comience a editar mi revista - y mientras el avión tomaba altura se dio cuenta que su vida había no solo cambiado totalmente, sino que había ganado en experiencia, en tolerancia, además de haberse vuelto a reencontrar con la familia. La mejor escuela de todas es, sin dudarlo, la escuela de la vida por la que pasamos todos sin excepción alguna...,







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